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Esas cosas de las que nunca de habla

Buscando tema para estas reflexiones que me gusta compartir semanalmente con ustedes, he encontrado uno paradójico, controvertido y políticamente incorrecto, tal como a mí me gustan. Una madre brasileña, de 40 años, creó no hace mucho una cuenta  en Instagram con este nombre: “Mãe Arrependida” [Madre arrepentida]  con la que se han visto identificadas miles de mujeres  En ella Karla Tenório confiesa que en el mismo momento en que notó  que la cabeza de su hija salía de su cuerpo se arrepintió de ser madre. Tenório se apresura a aclarar que su conflicto es con las cargas que acarrea la maternidad, no con su hija. Cuenta también que al principio se sentía un monstruo, hasta que descubrió  que  muchas mujeres sentían lo mismo que ella, en sepulcral silencio, por supuesto. Son pocas las que se atreven a hablar del tema e incluso algunas prefieren no dar su nombre. Como Ana, de 38 años, que cuenta que decidió quedarse embarazada porque a su marido le hacía mucha ilusión y eran los únicos que estaban fuera del patrón familiar. “Siempre me habían dicho que la maternidad era lo mejor que me podía pasar en la vida y en efecto así es pero nadie habla de sus peajes”. Obviamente ser madre es maravilloso pero ¿quién te dice que te esperan meses sin dormir, que hay que dar el pecho cada tres horas, y que algunos bebés tardan más de una hora en comer; nadie habla de las grietas, del dolor, tampoco de renuncias ni del  cambio radical de vida que implica la llegada de un hijo. Y lo peor de todo es el sentimiento de culpa que casi siempre lleva aparejada una  obsesión por convertirse en madre pluscuamperfecta. Nadie habla de esto  porque  existe una santa omertá empeñada en ocultar el lado duro de la maternidad, lo que en no pocas ocasiones se traduce en que la pobre madre primeriza no solo se ve abrumada sino muy sola. Laura, otra de las mujeres que se ha atrevido a hablar del problema, dice que esta auto exigencia unida a la sensación de estar siempre en falta le dificultaba desconectar  siquiera un segundo de su hijo. No había nada ni nadie más en su horizonte, hasta el punto de llegar a perder identidad y por supuesto toda libertad. Según informe elaborado por la Asociación Yo No Renuncio y el Club de las Malasmadres hasta el 12% de la mujeres cuestiona su elección de ser madre. Por su parte Montserrat Cabello, gerente de Psicólogos Madrid,  asegura que el arrepentimiento materno es una realidad que ha aflorado  en los últimos 10 años pero  cada vez más pacientes acuden a su clínica por esta razón.  A su modo de ver esta situación no se visibilizaba, aunque siempre ha estado presente”. La presión social para tener hijos sigue vigente y según Cabello la exigencia crece pues “las mujeres no solo tienen que criar, deben desarrollarse también personal y laboralmente”. Estas  Ocurre sin embargo que por esa exigencia de ser madres perfectas muchas mujeres optan por aparcar sus carreras profesionales. Según estadísticas del año 2022, el 56 % de los alumnos de las universidades son mujeres; también en los primeros años de su vida laboral las mujeres escalan rápidamente puestos demostrando no solo su buena preparación sino también su ambición por progresar, por triunfar. Pero, cuando llega el momento de tener hijos, cerca del 30 % o bien pide reducción de jornada o directamente deja de trabajar para   priorizar su labor como madre. Obviamente se trata de una elección personal, pero también es una renuncia. Los tiempos han cambiado y las razones que ahora se esgrimen son otras de las que se daban antaño , pero lo cierto es que hoy como ayer está mejor vista una mujer que sacrifica su carrera por sus hijos que una que prioriza su vida profesional. Cierto es también que son muchos los factores que juegan en contra de la conciliación familiar: horarios, prejuicios, censura social. Pero por encima de todos ellos está la culpa. Las mujeres somos esclavas de la culpa. Sobre todo en lo que respecta a los hijos; es algo inherente a nosotras y muy difícil de desprogramar. Por eso me parece importante que se diga que no es obligatorio ser madre. Tampoco es jauja. Tiene sus enormes alegrías y mil compensaciones pero también su precio y, como cualquiera que va a “adquirir” una nueva situación debe de ser consciente  de lo que  supone  para saber si le compensa o no.

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4 Respuestas

  1. Susana dice:

    Con el problema de natalidad que tenemos, yo más bien diría que, como todo lo que vale la pena ser madre es duro pero compensa. A mí me pusieron verde por dejar de trabajar precisamente.

  2. Fernando dice:

    La formulación del constructo o construcción social, parte principalmente de la idea expresada en los primeros escritos de Karl Marx. Hoy en día, el comunismo lleva esta idea por otros derroteros. En su discurso por el Día Internacional de la mujer, el presidente Vladimir Putin, lanzó el mensaje que tener hijos es «preordinación» de las mujeres, usando un término teológico, y añade además, que el deber más importante de las mujeres es el «cuidado implacable de los hijos». Desde la perspectiva del materialismo dialéctico, que examina la naturaleza y la sociedad sólo en su evolución y renovación incesantes, se denigra a la mujer al considerar que el rasgo esencial que la caracteriza en la sociedad, es que su aprehensión del mundo es menos amplia que la del hombre, o lo que es lo mismo, no es plenamente consciente de esta realidad, y que está más estrechamente esclavizada a la especie que el hombre. Un cordial saludo,

  3. Fermín dice:

    Si lo piensa uno bien, para todas las especies quitando el ser humano el deseo de ser madre es un sentimiento superfluo, su existencia o inexistencia no cambia nada. El sexo tiene su propia razón de ser, por lo que las crías son concebidas sin que exista en la hembra el deseo de ser madre. Cuando la hembra pare le surge el sentimiento de cuidar a sus crías. En ningún momento fue necesario el deseo de ser madre para que la rueda de la vida gire una vez más.

    Lo que quiero decir es que el deseo de ser madre podría ser, al menos en cierta medida, un constructo social. Y si ese constructo social pasa de moda podría ocurrir que las mujeres, tras pensárselo bien, decidieran no ser madres, ninguna, nunca más.

    ¿Eso supondría el fin de la humanidad? No, porque tenemos la solución perfecta para ese problema, las mamás androide. La acuciante necesidad de mamás androide será cubierta por la Mamás Corporation, presidida por una tal Anita junior.

  4. Edesio Doreste dice:

    Buen artículo para reflexionar. Someramente, el «síndrome de mala madre»; entendido como conjunto de sentimientos, ideas y sensaciones asociadas a un autoconcepto negativo de la maternidad; se lía comúnmente con la sensación de incapacidad para satisfacer las necesidades de sus hijos. En estas circunstancias, la maternidad podría definirse como el mandato social de lo que una «buena madre» debe ser. Normalmente, el síndrome de mala madre se presenta cuando el ejercicio de la maternidad, entra en conflicto con otras aspiraciones o intereses. Para la mujer, en general, ser madre significa una experiencia trascendental que cambia su vida en todos los sentidos, su finalidad social primordial. Y tantos siglos de “tradición”, tienen un profundo calado en el imaginario social. Según éste, una «buena madre» debía ser abnegada, sacrificada, cariñosa…, y que debía anteponer las necesidades de su familia por encima de sus propios deseos o anhelos. Una utopía inalcanzable. Al final, ser madre es sólo una parte de la feminidad. Las madres perfectas no existen, ni sus hijos las necesitan. Las preferimos felices, satisfechas, libres, que acepten sus errores, y no zambullidas en un patrón imposible de alcanzar. Gracias y saludos,

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