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Entrevista de los usuarios de espectador.com

«Escribir es un largo psicoanálisis, una forma de tratar de entenderse a uno mismo»

¿Cuántos escritores uruguayos pueden decir que han vendido más de un millón de copias de sus libros en 50 países, y que han sido traducidos a más de 20 idiomas? Carmen Posadas, una uruguaya residente en España desde hace años, puede hacerlo. Aprovechando su visita al país, En Perspectiva dialogó con ella para conocer más sobre su persona y su obra. En la entrevista, Posadas repasó sus inicios como escritora de libros infantiles y ahondó en las características de su literatura. «Empecé escribiendo para niños para abrirme camino», dijo, y consideró que esa literatura es «un banco de pruebas perfecto» porque «el que sabe mantener la atención de un niño desde luego sabe mantener la de un adulto». Si bien su reconocimiento en Uruguay todavía está pendiente, la escritora aseguró sentir «mucho orgullo» de sus raíces. A su criterio, la literatura latinoamericana tiene una «virtud» sobre la europea: una forma de escribir más «oral», más «pegada a la tierra», que Posadas destaca como un elemento importante para «comulgar» con el lector.

ALEJANDRO ACLE:
Una nota publicada a fines de noviembre en el sitio Intereconomía de España la describía como “una de las rioplatenses más famosas del mundo”. Y agregaba: “Nacida en la Banda Oriental, es la escritora iberoamericana más exitosa de estos tiempos. Sus libros se traducen a más de veinte idiomas ocupando los primeros puestos en ventas. Premio Planeta 1998 con ‘Pequeñas infamias’. Más de un millón de copias vendidas en 50 países”. Estamos hablando de Carmen Posadas.

Carmen Posadas ha vivido buena parte de su vida en España, donde ha desarrollado una carrera muy exitosa como escritora. Comenzó publicando textos para niños, pero poco después comenzó a destacarse como novelista y ensayista.

En estos días se encuentra en Uruguay y nos pareció bueno aprovechar su visita para conversar con ella y conocerla un poco más.

Sé que estuviste de recorrida por la costa el fin de semana. ¿Dónde te encontramos hoy? ¿Ya volviste a la capital?

CARMEN POSADAS:
Ya estoy en Montevideo, fuimos el fin de semana, fue una inmersión total en la familia Posadas. Fue muy divertido, estoy muy contenta de estar aquí.

ROSARIO CASTELLANOS:
Hija de un diplomático, desde los 12 años has recorrido el mundo, te fuiste del Uruguay. Tienes también la nacionalidad española, has vivido en Madrid la mayor parte de su vida, y sin embargo, dices con frecuencia que sigues considerándote uruguaya, en cada entrevista, cada vez que lo preguntan, aun con aquellos que hablan de la doble nacionalidad uruguayo-española, tú insistes en tu condición de uruguaya. ¿En qué te reconoces como uruguaya?

CP – Hay quien dice que la infancia es la patria de cualquiera, y en mi caso es absolutamente así. Además no me gusta esa gente que renuncia a sus raíces. Yo le estoy muy agradecida a España, mi carrera la hice ahí y mis hijas son españolas, mi marido también lo era, o sea que no sería quien soy si no fuera por España, pero yo me considero uruguaya y siempre lo digo con mucho orgullo además.

RC – Estás hablando de raíces. Me gustaría saber en qué raíces te reconoces como tal, más allá de que sé que vuelves a tu casa en el Prado cada tanto y la recorres para revivir olores y sensaciones. Muchas veces se habla de una determinada “uruguayez” de la cual muchos quieren desmarcarse, y en tu caso parecería que haces una afirmación en contrario.

CP – Por ejemplo, en literatura he procurado mucho mantener mis raíces, porque encuentro que la literatura uruguaya y la latinoamericana en general tienen una virtud que no tiene la europea, quizás porque nosotros somos un continente joven, mantenemos una forma de escribir mucho más pegada a la tierra, más oral. Creo que la oralidad es muy importante, porque si no, si uno se sube encima de una tarima o intenta escribir desde una especie de torre de marfil a lo mejor se vuelve una cosa acartonada, vieja y un poco soberbia. Y yo quiero ser una persona próxima y creo que la literatura es comulgar con quien a uno lo está leyendo, y esa oralidad es muy importante. La he mantenido porque pienso que es una cosa a mi favor. Yo tengo la ventaja de poder beber en todas las fuentes, y entonces, ¿por qué no aprovecharlo?

RC – Vamos a hablar más sobre tu literatura y hasta de las fórmulas que sé que tienes para escribir bien. Pero ahora vamos a hablar un poco más de ti misma. Perteneces a una clase social alta, has frecuentado ambientes de clases altas, y sin embargo, tu literatura es muy crítica e irónica con los integrantes de esos ambientes. Has dicho en alguna entrevista que te gusta explorar “el lado oscuro” de la gente. ¿Por qué has transitado ese rumbo?

CP – No sé cómo será aquí en Uruguay, pero en España no hay muchos escritores que provengan de esa parte de la sociedad, entonces cuando hablan de la alta sociedad hacen unas caricaturas un poco ridículas, imaginan que las señoras van todas con pamela, con sombrero y que fuman en boquilla, unas cosas absurdas, ridículas, que no existen. Entonces me gusta mucho contar cómo es esa clase. Me miro mucho por ejemplo en Truman Capote, que es un gran maestro y manejaba muy bien la ironía y la sátira, y en Scott Fitzgerald o [Marcel] Proust, que son referentes importantes en mi literatura.

RC – Me pregunto cómo es después volver a ese medio al que has destratado de esa manera. ¿Cómo te miran?

CP – Es muy curioso, te voy a contar una anécdota. Me pasó una vez que había un personaje que me venía al pelo para una novela, entonces lo retraté con toda crudeza, y un día me lo encuentro por la calle y pienso: “Este me va a matar, ¿qué va a pasar cuando nos crucemos?”, y me dice: “Ay, Carmen, me encantó tu libro, y sobre todo el personaje de Fulano, te inspiraste en no sé quién”. Es decir, no se reconoció para nada. La conclusión es que la gente se reconoce en sus virtudes, nunca en sus defectos, así que tú puedes poner las cosas más atroces que la gente nunca se da por aludida.

RC – A pesar de que Carmen no está aquí en estudios, yo la conozco personalmente y puedo definirla en su aspecto físico como una mujer espléndida, muy cuidada. Creo que no solamente hay un factor genético en su figura, sino que hay una preocupación por el aspecto. Es una mujer inteligente, que además admite que lo es sin ninguna falsa modestia. Entonces, ¿ser inteligente, culta y verse tan bien es un plus o una desventaja para una escritora?

CP – Primero muchas gracias por los piropos. En realidad es un hándicap, porque al principio nunca la toman a una en serio, siempre te dicen “eso lo habrás conseguido porque eres mona” o “porque eres de una familia”; nunca es mérito tuyo, siempre son méritos externos. Durante años de años fue así, siempre “me perdonaban la vida”, como dicen en España.

RC – A todas las mujeres, ¿no? Tú has dicho que las mujeres tienen que escribir por lo menos 30 libros antes de que se las reconozca escritoras. ¿Es así?

CP – Exacto. A mí me gusta mucho la pelea, entonces siempre pensé que si tenía una actitud coherente, si lo que escribía valía la pena, tarde o temprano me lo reconocerían. Ahora, que ya casi llego a los 60 años, por fin parece que me toman en serio. Sobre todo la cosa vino de fuera, aquí en Uruguay nadie me conoce, y en España tardaron mucho en conocerme. Hubo un artículo de The New York Times muy elogioso, después uno en Newsweek y cosas así. Cuando ya te reconocen fuera de tu país, la gente dice: “Mira, no será tan idiota”.

RC – Tú has dicho alguna vez, por la falta de reconocimiento del uruguayo, que nadie es profeta en su tierra. Pero lograste por lo menos que te reconocieran en España, que es tu segunda tierra. ¿Qué pasa entonces con el reconocimiento en Uruguay? Todavía está pendiente.

CP – Sí.

RC – ¿A qué lo atribuyes?

CP – No sé, no tengo ni idea. A lo mejor tiene que ver con mi carácter, no voy por ahí trompeteando lo que soy y cosas por el estilo. En realidad soy una persona bastante tímida e introvertida. Alejandro lo sabe, en mi vida normal no hablo mucho, dejo que los demás hablen, me gusta preguntar más que afirmar. A lo mejor es por eso, no sé.

AA – Llama la atención, porque siendo una mujer que tiene muchas cosas para decir, y que cuando uno la escucha es muy desenvuelta, a veces en la vida social se mantiene un poco al margen, es curioso eso. Yendo a tu literatura en sí, tú comenzaste escribiendo para niños y después fuiste a la literatura para adultos. ¿Por qué empezaste por ahí y cómo se dio esa transición posterior?

CP – Empecé escribiendo para niños pensando que era más fácil, y es mentira, escribir para niños es muy difícil. Siempre he sido bastante insegura, y como además nunca fui a la universidad, me daba un poco de complejo decir que era escritora, entonces empecé escribiendo para niños para abrirme camino. Y tuve suerte, creo que la literatura infantil es un banco de pruebas perfecto, el que sabe mantener la atención de un niño desde luego sabe mantener la atención de un adulto.

AA – Otra característica de tus textos, que se ve en muchos de ellos, diría que en la mayoría, son tus descripciones de personajes femeninos, de mujeres con personalidades fuertes, marcadas.

RC – Las “malas” de la historia que han ocupado en muchos casos sus biografías. Te interesan más las mujeres malas y transgresoras, ¿no?

CP – Me interesan las mujeres transgresoras y me interesan las mujeres con claroscuros. Primero, porque las buenas buenísimas no me las creo. Eso para empezar.

AA – Creo que no te lo creés de nadie lo de “bueno buenísimo”.

CP – No, por supuesto que no, ni de hombres ni de mujeres.

AA – Ni de niños, incluso.

CP – De niños tampoco. Creo que bucear en el lado oscuro de los demás también ayuda a entender el lado oscuro de uno mismo. Escribir es un largo psicoanálisis, es una forma de tratar de entenderse a uno mismo, que es la cosa más difícil que hay. Me gustan mucho los malos.

RC – Estábamos preguntando por “las” malas. Has dicho que no sos feminista, pero hay muchísimo de femenino en tus escritos.

CP – Como decía Virginia Woolf, hasta que empezaron a escribir las mujeres, los personajes femeninos, incluso los más sublimes, como Helena de Troya, Ofelia o Madame Bovary, no eran mujeres sino hombres travestidos, o la visión que un hombre tiene de una mujer. Hasta hace muy poco –a pesar de que siempre ha habido mujeres escritoras, pero no había muchas– no se conocía el punto de vista de nada menos que la mitad de la humanidad. A mí me gusta contar con una visión femenina, y además una visión femenina no edulcorada, porque hay muchas colegas mías que sienten la necesidad de reivindicar nuestro sexo y hablar demasiado bien de nosotras. Yo no tengo interés en hacer eso, me gusta contar las cosas como son.

RC – ¿El mundo de la literatura es un mundo machista?

CP – No más machista que el resto de los mundos, que siguen siendo machistas. Pero en la literatura se da la paradoja en los reconocimientos oficiales. Por ejemplo, muy pocas mujeres han ganado el Premio Nobel; en España hay muy pocas mujeres que han ganado el Premio Cervantes, en la Real Academia hay cinco mujeres, de las cuales tres no son escritoras, una es historiadora, otra es lexicógrafa… O sea que todavía hay mucho machismo en la literatura. Sin embargo, cuando se trata de ventas las mujeres venden muchísimo, entonces a lo mejor con un poquito de suerte dentro de unos años también nos invitan a entrar en las instituciones.

RC – Alguien explica que las mujeres venden muchísimo porque las mujeres leen muchísimo también. Me pregunto en qué medida no hay también en esto una consideración machista. ¿Las mujeres escriben para mujeres?

CP – Creo que sí, algunas mujeres han encontrado un filón ahí, ya saben que las mujeres son las que más leen, entonces escriben libros de mujeres, para mujeres, sobre mujeres. Y libros un poquito complacientes, las mujeres siempre son interesantísimas, inteligentísimas, abnegadas y magníficas, y los hombres son unos canallas, unos sinvergüenzas. Para vender libros es muy rentable hacer ese tipo de literatura, pero a mí no me interesa, creo que la literatura tiene que ser más honesta que todo eso.

RC – Tú dices que no te interesa hacer una literatura rentable, y he leído en alguna declaración tuya que no crees en los best sellers como buena literatura.

CP – No sé si dije eso, pero es verdad que hay best sellers de ínfima calidad, aunque también el Quijote fue un best seller en su época.

RC – Creo que tus declaraciones se referían al best seller de hoy, como que había ganado en superficialidad la lectura hoy.

CP – No sé cómo será aquí en Uruguay, pero en España y en toda Europa se está incorporando al mundo lector una cantidad de gente que antes no leía. Me parece que es Philip Bro que dice que en Estados Unidos solo hay una cifra ridícula –no sé si son 25.000– de lectores literarios. El resto son personas que a lo mejor no aman tanto la literatura pero quieren pasar un buen rato, entonces se compran un libro de Paulo Coelho para entenderla.

***

RC – Creo que la determinante del hecho de que seas escritora y además hayas empezado por la literatura infantil y relativamente tarde, fue tu relación con tu padre. A él le adjudicas la responsabilidad de haberte criado escritora, primero lectora. ¿Es así?
AA – Yo tuve la suerte de conocer a su padre, Luis era un tipo con un conocimiento de la literatura universal casi enciclopédico, con una memoria impresionante…

RC – Creo que por eso nunca escribió, consideraba que ya estaba todo escrito.

AA – Probablemente. Y además tenía una gracia, un encanto muy particular para trasmitir lo que había leído. Creo que al lado de él, sobre todo si has sido criada por él, no había chance de que no agarraras cierto gusto por la literatura. ¿Podés ahondar un poco en esa relación, en cuánto influyó en tus intereses?

CP – Papá era una persona muy introvertida también, había sido educado en una forma victoriana. En la familia el contacto físico, por ejemplo, no era muy corriente, y en aquella época tampoco era una cosa habitual. No se revolcaba con nosotros en el suelo jugando, esas cosas que hacen los padres actuales. La forma de comunicarse con nosotros era a mediante los libros. Nos recuerdo a mí y mis hermanos sentados y papá nos leía pasajes de “La odisea”, “La isla del tesoro”, “Melville”, “Sherlock Holmes”. En mi casa la literatura siempre estuvo muy, muy presente.

Como decía Rosario, papá adoraba tanto la literatura que dijo que después de lo que habían escrito Shakespeare y Cervantes no había nada que añadir, no se sentía capacitado. Así que cuando yo empecé a escribir para mí fue difícil, porque él adoraba tanto la literatura que no me animaba a decir que quería ser escritora –para que se hagan una idea, era el prototipo de persona que aprendió griego clásico para leer a Homero y ruso para leer a Tolstoi–, porque pensaba que era un poco una profanación de ese territorio sagrado de mi padre.

RC – Pero él vivía cuando tú empezaste a escribir, así que te leyó.

CP – Sí, yo empecé a escribir para niños, porque me parecía más inofensivo, entonces no era profanar ese territorio de mi padre. Y es muy curioso, porque durante años le mandaba a papá los libros que escribía y nunca me hizo ningún comentario mientras escribí libros de niños. Luego escribí libros sociológicos, digamos, por ejemplo uno sobre las distintas tribus urbanas como el jet-set, libros así, un poco light. Cuando escribí mi primera novela se la mandé –estaba aquí en Punta del Este– temblando, porque nunca había leído nada mío o no me había hecho ninguna reflexión sobre nada de lo que escribía. Y cuando le mandé esa novela me mandó un fax con una especie de crítica literaria del libro. Una crítica extraordinaria, después de eso he tenido críticas de The New York Times, de Le Monde, de Frankfurter Allgemeine, de Times, de lo que tú quieras, pero nada en mi vida me hizo tanta ilusión como esa crítica de mi padre.

RC – Un verdadero empujón para seguir adelante.

CP – Un poco freudiano todo esto.

RC – Pero por supuesto entendible. Me gustaría preguntarte qué hay de autobiográfico en tu literatura. Yo veía por ejemplo que en “Juego de niños” el personaje es una escritora, ni que hablar que “Hoy caviar, mañana sardinas” recorre el mundo diplomático que tú viviste y el Madrid de los últimos años del franquismo que conociste. Y tú decías que escribir es una especie de terapia. ¿Te reconoces en algunos de los personajes?, ¿hay elementos tuyos en algunos de los personajes principales de estas novelas?

CP – Escribir es una forma de striptease, y además cuanto más impúdica seas, más te expongas y más ridícula quedes, más se conecta, porque normalmente tú tienes que echar toda la carne en el asador. Pero eso es muy difícil de hacer, porque uno no quiere estar tan expuesto. Entonces encontré un truco bastante bueno al principio de mi carrera, que era poner las partes más horribles de mi carácter en personajes que no tuvieran nada que ver conmigo. Por ejemplo, en “Pequeñas infamias”, el libro con el que gané el Premio Planeta, hay una chica de 16 años que es una punk, una especie de marginal, que se relaciona muy mal con la gente; ese personaje soy yo, lo que pasa que como está en un físico tan distinto del mío nadie me reconoce.

RC – Voy a tener que volverlo a leer, porque yo tampoco lo reconocí.

CP – Sí. O por ejemplo en “Cinco moscas azules” hay un homosexual de 60 años que está arruinado –se basa mucho en Uruguay, creo que es mi novela más uruguaya–; ese personaje también soy yo. Al principio encontré ese truco para hacer striptease sin que se notara, y a partir de ahí me volví una persona muy impúdica. Así que el personaje de Luisa en “Juego de niños” soy yo.

RC – A esta altura no te importa que te reconozcan.

CP – Sí, hacer el striptease solo cuesta al principio, luego uno se vuelve muy exhibicionista.

RC – Otra de las fórmulas que has encontrado es hacer de tus novelas thrillers, siempre hay un tema policial, un tema de misterio. ¿Por qué eliges ese género para decir otras tantas cosas?

CP – Por dos razones. Primero, porque el thriller permite tener dos tipos de lectores. Alguien que simplemente quiere pasar un buen rato y averiguar quién es el asesino lo puede leer rápidamente y pasarlo bien, y sin embargo también acepta otro tipo de lector más literario, digamos, en el sentido de que le puede gustar una sátira de sociedad, un retrato psicológico de los personajes. Este truco se lo he copiado a Dickens, Dickens era un escritor que tenía un público de gran espectro, gente muy literaria y gente muy popular, y hacía mucho el sistema del folletín y también trucos del thriller, así que le he copiado cantidad de trucos. Además el thriller permite hacer un muestrario de lo que es la sociedad en ese momento, con personajes muy heterogéneos. Puedes meter gente de la alta sociedad, gente de clase media, gente de clase obrera, todo cabe en el thriller. A medida que vas contando una historia que al lector le puede interesar le vas metiendo esas cargas de profundidad que son las que a mí me gustan.

RC – También has incursionado en esos distintos mundos, porque te presentamos como una mujer de alta sociedad, vinculada al mundo diplomático, pero no te son ajenos otros mundos bien diferentes del tuyo.

CP – No, me gusta tener mil vidas, yo tengo muchos yos, a tal punto que en mi armario tengo ropa para mis distintas personalidades. Tengo mi armario de señorita bien que se pone no te digo un tailleur, pero casi; la escritora bohemia de no sé qué tipo; luego la que gusta del cine… El armario está compartimentado en mis distintos yos.

RC – ¿Es cierto que te gusta el fútbol?

CP – Sí.

RC – Así que también debés de tener un atuendo para ir al estadio.

CP – También tengo, además tengo muchos amigos en ese mundo. Hace unos años a mi hermano y a mí un diario deportivo de España, Marca, nos propuso, como yo soy del Barça…

RC – Esa es otra cosa que no podía creer, tanto que no me animaba a preguntarte, ¿vives en Madrid y sos hincha del Barça?

CP – Sí, sí.

AA – De contra total.

CP – Imagínate, es peligrosísimo.

RC – Así que te ganaste también esa otra parte de enemigos, es increíble.

CP – Mi proceso futbolístico es bastante curioso. Yo aquí era de Peñarol, entonces cuando llegué a España me busqué un equipo que se pareciera un poco a Peñarol, y me hice del Atlético de Madrid. Pero el presidente del Atlético de Madrid –que fue presidente durante muchísimo tiempo– tenía unas peleas horribles con mi marido, era una cosa terrorífica, entonces tuve que buscar otro club, y encontré el Barça. Pero me sigue gustando el Atlético de Madrid. En el mundo del fútbol empezamos esa columna con mi hermano Gervasio, él era del Madrid y yo del Barça y discutíamos, y a partir de ahí recuperé todo el afán futbolero que tenía de niña y seguí escribiendo como dos años.

AA – ¿Estás preparando tu próxima novela, algún texto nuevo? ¿En qué estás ahora?

CP – Acabo de entregar una novela a Planeta que saldrá en enero o febrero, más bien en febrero, que se llama “El testigo invisible”, ambientada en la Revolución rusa. Cuando matan a la familia imperial en Ekaterimburgo solo una persona sale viva de esa casa, y es un pinche de cocina al que el jefe de la Cheka –que los va a matar horas más tarde– le dice que se vaya. Me interesó mucho tomar ese punto de vista y contar cosas reales, porque sobre la familia imperial se han contado tantas leyendas y tantas cosas romanticonas falsas que quería contar la verdadera historia.

AA – Rusia es un lugar que conocés bien, tu padre fue diplomático allí, tú incluso te casaste en Moscú.

RC – Pero con un español.

CP – Me casé en las colinas de Lenin.

AA – Le dejaste un ramo a Lenin.

CP – Sí, mi madre casi me mata. En Rusia hay la tradición de que las novias dejan su ramo a Lenin, entonces yo me fui a sacar fotos a la plaza Roja y había una cola de siete kilómetros para ver a Lenin. Yo tenía curiosidad de verlo, además había ido muchas veces y no tenía ganas de hacer esa cola tan larga, así que cuando me fui a sacar las fotos dije: “Esta es la mía, voy a decir que voy a dejar el ramo y me van a colar”. Y en efecto me colaron, pude ver la momia de Lenin, y no tuve más remedio que dejar el ramo. Cuando se lo conté a mi madre, casi me liquida.

Transcripción: María Lila Ltaif

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