Polución acústica

Ahora que se acercan las fiestas, me gustaría comentar algo sobre una forma de contaminación de la que se habla poco, la acústica. Y no me refiero precisamente a los inefables y navideños Peces en el río, a los que, por cierto, detesto (¿quién será el Mozart que se inventó eso de «beben y beben y vuelven a beber»?). Tampoco hablo ahora de la zambomba (a la que también detesto). Ni mucho menos del almirez, al que tolero pero sólo por romanticismo, porque en mi época lo tocaban los grupos musicales progres. Hablo de otras músicas que hay que soportar todo el año como las de los locales nocturnos y, sobre todo, ese castigo en forma de melodía (¿?) que desde hace unos años infesta nuestras vidas y al que llaman `música ambiental´. No sé si ustedes han reparado en ello, pero para mí que la música que se oye en los supermercados, y más aún la que suena en las tiendas de ropa joven, está programada por un sádico. Consiste en una especie de letanía infinita de compases que se repiten hasta la náusea sin que aquello llegue siquiera a ser música; más bien es una chunda, chunda infernal sin ritmo y tan reiterativa que lo único que desea uno, al cabo de unos minutos, es salir corriendo del local.

«Mamá, a veces pareces un poco tonta», me ha dicho mi hija Jimena, que trabaja en publicidad y con la que suelo comentar los crípticos misterios de la vida moderna. «Precisamente para eso lo hacen, para marcar el ritmo a la gente dentro de las tiendas. Fíjate bien la próxima vez que vayas al súper; cuando hay mucha gente, ponen música espídica para que el cliente no se eternice delante de las góndolas y, cuando hay poca, la ponen lenta para que se recree ante ellas.»

Como soy muy disciplinada y también curiosa, en mi última excursión al súper para comprar turrones (otro críptico misterio del marketing: ¿de qué viven los turroneros el resto del año cuando no comemos turrones?) pegué la oreja. En efecto, como había poca gente, la música era de lo más relajada y casi me compro medio supermercado, a pesar de lo carísimo que está todo. Siguiendo con el vía crucis navideño –esto es las mil y una compras que hay que hacer–, tocó el turno de los regalos para mis sobrinos y me fui a una tienda juvenil. Allí casi muero. No sólo por la cantidad de gente que había, sino, sobre todo, por la susodicha polución acústica. Juro que en los veinte minutos que aguanté allí no cambió ni una vez el compás de aquella ‘música’. Se repitió como un mantra horripilante el mismo chun chun hasta que, medio mareada y con las meninges derretidas, salí a la calle con un montón de prendas compradas a todo gas para verme libre de tal castigo. Me gasté una pasta y desde luego elegí lo más rapero, lo más punk y lo más arrastrao.

Espero haber elegido bien y ahora, a buen recaudo en mi casa y con el tocadiscos (¿ven ustedes cómo soy de vieja?, ‘tocadiscos’ ya ni existe), con el MP3, quiero decir, escuchando Hey Jude, me pregunto varias cosas: la primera, ¿será mi problema simplemente generacional y estaré actuando como nuestros padres cuando decían que los Beatles y los Rolling no eran música sino ruido? ¿O será que, además de estar vigilados por tantos Grandes Hermanos como jamás imaginó Orwell, existe otro GH muy perverso que nos impele a consumir a través del hilo musical? Imaginemos que la respuesta a la primera pregunta sea ‘sí’ y sea yo una antigualla. Imaginemos que la respuesta a la segunda sea ‘no’ y que toda esa música no es una conjura de las multinacionales, de Bill Gates, Al-Qaeda o del Sursuncorda. Muy bien, si esa música que para mí es un castigo para los jóvenes es armónica y maravillosa como la de Bach o Mozart, entonces sólo hay dos cosas que me preocupan. De la primera se ha hablado mucho, y se dice que por escuchar semejante música a volumen altísimo muchos jóvenes corren serio riesgo de quedarse sordos a los cincuenta. Y la segunda duda que me asalta es la siguiente: ¿no dañará irremediablemente las neuronas oír cacofonías espeluznantes a todas horas?

Contenido relacionado

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestro sitio web. Si continúa utilizando este sitio asumiremos que está de acuerdo.Pulse aquí para conocer nuestra Política de cookies.

ACEPTAR
Aviso de cookies